viernes, 11 de mayo de 2012


Mi querido pueblo

La mañana nunca había sido tan simple e inoficiosamente normal.
Mientras las mujeres lavan la ropa con sus gruesos brazos, el niño y el joven juegan con su balón de cuero humano.

Los viejos fuman la pipa olvidada de la paz, la cual su llamarada, ni el fuerte viento del invierno puede apagar.
¡Pobres lluvias! No pueden apagar ni siquiera la alegría que se esconde en los labios morados.

Las jóvenes se visten de gala y se olvidan de sus pies descalzos ¿para qué recordar lo que ya no importa?
Mi general seguimos jodidos y la mierda no adquiere todavía ningún valor, todavía sigue en las calles, en las casas y en los lugares de donde algún día se hablara de su valor. Mi general aun sigue viva y trabajando en temporada.

Esta mañana fresca y simple pronto acabará; ya vendrá el fuerte calor de la tarde; sudaran los viejos y llorarán las madres por sus hijos sin amaneceres.
Robin Nelson Muñoz  

Vi una rosa llorar.

Caminaras sin miedo cuando me sientas cerca
No porque seamos conocidos, sino porque me extrañas
Porque me sientes como el agua, me sientes en tus labios, me abrazas con tu aroma, me cubres con tus pómulos.

Te descaras y me encubres, me regalas tu mirada marítima e intensa y en tu cielo vuelo como rapiña
Me perseguiste y te olvidé; luego quisimos encontrar nuestras sonrisas en la oscuridad. Solo por decir te amo.
Tu silecio no siempre fue el más sincero, pero supe hacerme amigo del fiel y frio silencio de tu manera.
Haría lo que fuera por  que volvieras y recordaras lo que llamas amor, lo que me produce felicidad, no por el acto mismo si no por tratarse de ti.
Si supieras que te extraño como vagabundo a la luna.
Si supieras que te anhelo como rio al mar… tal vez te sientas morir al respirar… tal vez estés ciega en medio de tanta luz y las patéticas palabras se convertirían en tu refugio… en un simple susurro mental y un beso del alba; llenaría tu rostro de color azul mientras tus manos atadas encienden la vela para necesitar ver nuevamente mis ojos felinos acostumbrados al ronroneo de tu cantar.
Tal vez me miras como animal, y tal vez me sientas como hombre…mis ojos amarillos ya no te encantan, ni mi nariz te sienta graciosa. Así que solo descansa porque muero mientras ríes. Mientras disfrutas el agua del caudal de tus sentidos inframundos yo me envuelvo en el brillo de unos ojos que me miran sin sentirme.

Mientras tanto en incógnita me encuentro, observando como aquel felino que un día observaste y ni lástima te provoco, porque aquel sabe guardarse y esconder totalmente sus sentimientos, despertando apenas por el ruido que produce la imprudente sociedad y el escalofriante remordimiento de los movimientos ajenos de este cuerpo que envuelve y que susurra las palabras ya olvidadas de las tardes de insomnio y  lagrimas rojas; porque vi a una rosa llorar, en el mismo luminoso cuarto “tanta luz en su propio crepúsculo” 

Piedras en tu camino

Nunca mas seré íntimo del tiempo
Nunca más volveré a sentir frio
Jamás y jamás te verè sonreir
Si tan solo fueras gris y luz

Sonreirías cuando me vieras caer?
Te alegrarías si te digo que te amo?
Maldices luego engañas
Ries luego engañas

Condénate a sí misma como a tu querer
Lárgate del estúpido destino que mereces
Violate en la mentira de tu vida
Consigue ser y desaparecer

No engañes, no rias, no finjas
Calla y come del muerto
Vuélvete al mismo lugar que te conoció
Camina, anda y si quieres corre
Pues las piedras que desangran tus dedos
No son más que eso,
Piedras en tu camino
Robin Nelson Muñoz

martes, 8 de mayo de 2012

Esta será solo una pequeña ilustración de lo que fue el tiempo de nuestros antepasados. Sé que es fuerte la descripción y que podría considerarse un poco osada esta publicación. sin embargo me parecería muy osado decirnos ser colombianos sin conocer de donde ha venido nuestro nombre y lo que ha tenido que pasar en nuestros campos para que usted y yo estemos sentados en frente de ese computador leyendo en este idioma español. Esta descripción se toma de el libro "HISTORIA TERRITORIAL DEL CAQUETÁ" de William Sánchez Amaya y Jose Jair Trejos Valencia

"Macedo, no pudiendo reducirlos a la sumisión, ordeno la matanza, la que llevo a cabo de la manera mas inhumana, niños y mujeres, jóvenes y ancianos quedaron tendidos por el suelo al certero golpe de los proyectiles disparados por los carabineros. A los que calleron prisioneros en aquella cobarde acción, se les impuso los suplicios mas espantosos en castigos a si obstinación y rebeldía, a muchos seres de ambos sexos, se les corto las orejas y los brazos, los pechos y las parte genitales y a un sin numero de niños de corta edad se les tomó por los pies y con hercúlea fuerza se estrelló sus tiernas cabezas contra las corpulentas raigambres de los arboles de la montaña; varios capitanes de las tribus fueron sujetados a un cordel, colgados de un trapecio, empapados de kerosene y completamente vivos devorados por el fuego. Después de esa consumada era horrorosa carnicería, multitud de cadáveres fueron arrojados al rió cuyas aguas bañan el sitio de la chorrera.

Aquellas son simples muestras de la barbarie utilizada contra los indios Colombianos por los peruanos de la Casa Arana, quienes, según los cornistas de la época, dieron muerte a cerca de cien mil compatriotas."

"PUEBLO QUE NO CONOCE SU HISTORIA ESTA CONDENADO A REPETIRLA" esta frase tal vez explique el por que hoy en dia se cometen actos similares, como lo es el atqeue con acido, el maltrato y violacion infantil y el sinnumero de actos despresciables cometidos por grupos al margen de la ley o de los mismos protectores de la ley.

miércoles, 25 de abril de 2012

LLEGARON LAS LLUVIAS

Llegaron las lluvias
Llegaron las lluvias con una sutil y suave brisa, el cielo se opaca, los niños se descamisan y los viejos se guardan. El calor cesa y un frio delicioso sube por las pantorrillas sudadas de quienes la esperábamos con tanto anhelo desde noviembre.
Ya me puedo imaginar las próximas noches frescas en las que tal vez no tenga que prender el ventilador, aquel que se recalienta por el uso o por el mismo aire caliente que lo traspasa, revolotea en el salón y vuelve a traspasarlo.
¡Va a llover! Gritan los niños y las oscuras e imperiosas nubes amenazan los cultivos de algodón. ¡Que mal! Pero que bien para las esposas de los algodoneros que verán  a sus esposos e hijos llegar con dinero “buen pago”.
Que ricura de clima, que agradable es ver la calle mojada y ojala embarrada y ahuecada; ya que gracias a la falta de pavimento o asfalto, vivimos constantemente bajo una tormenta de polvo que se levanta cuando pasan los carros “arriaos”, “a toda mecha” como si esto fuese una zona comercial y no hubieran niños, ni animales (nunca ha sucedido algo desagradable, pero ¿acaso tenemos que esperar con miedo a que suceda para al fin ver nuestra calle pavimentada y con policías acostados o bandas reductoras de velocidad tan duras que las maquinas no destrocen en tiempo de elecciones?)
¡Que buena lluvia! Pero ¡que mala! Porque sin ella tener la culpa, la gente de mi pueblo o al menos  a los que nos compete, la vemos como un alien dispuesto a devorarnos cuando en su rebeldía insaciable quiera acrecentar al sinuoso caudal que corre en busca de mar y lo haga desbordarse nuevamente. Todas las esperanzas que al parecer el verano resecó y ojala si la lluvia ha de subir, moje todos los papelitos de publicidad “política” y nos recuerde las añoranzas de hace unos meses atrás.
Que bueno para los barrios y ciudades que cuentan con la tranquilidad de dormir y soñar que al día siguiente van al rio, pero que mal para nosotros los que tenemos pesadillas pensando que el rio viene a nosotros.

LA CARTA NEGRA


LA CARTA NEGRA
Desearías haber sabido el número de teléfono, algo le tuvo que haber pasado para que no pudiera venir, tal vez mañana habrías de quejarte de aquel insolente que aún no llega.
Te imagino en uno de mis recuerdos, en un segundo de toda mi vida y en un suspiro te exalto. Eres mi  única mujer amada por aquel amor que te puedo ofrecer mientras camino por entre las selvas. A veces no comprendo como puedas amarme después de haber cambiado el regocijo de nuestros pequeños. ¿Solo por un fusil, un puñado de granadas y una benévola munición?
No soy más que un soldado, un supuesto héroe sin casa ni familia. Aquel que en su recuerdo te lleva como su mejor amuleto en medio de tanta oscuridad y zozobra.
Sé que a veces él quisiera sostener la pañalera y llevar los teteros para alivianar tu carga y recoger los suspiros de tu pensamiento angustioso en las noches de lluvia.   Esas lunas en las que desearías estar abrazando al hombre que te conoció, del que te sientes orgullosa por ser parte del deber y el honor de una nación.
Sé que te sientes amada por aquel que en sus cartas lo declara y procura mantenerse vivo para continuar amándote.
Niña mía, las batallas solo son el sudor del trabajo de un padre responsable que espera darles a sus hijos el amor y las cosas que le faltaron a él.
Te veo sufriendo en silencio, regocijándote en el fruto del amor que aquel soldado ha dejado, paseando por las calles con tus pequeñas compañías, esperando tener a tu héroe sosteniendo tu mano en aquel parque en el que un día se conocieron. Lo recuerdas?
Aquellas  calles en las que pasaste muda, indignada de la rabia; mas ahí estaba él, rogando para que desistieras de tu ingrata ceremonia, y luego, esa risa tan incómoda, la cual te producía más rabia porque sabías que estabas apunto de ceder, cuando sentías por detrás esas manos gruesas y calientes que te hacían sentir segura y amada.
Sabías que ese era el punto en donde creías que todo era una pelea estúpida y el hombre que te conoce y siempre descubre tus puntos débiles, nuevamente le había ganado a tu orgullo. Entonces,  ya solo querías abrazarme y besarme.
Intuía en tu actuar, tu entrega en mis brazos, como lo has hecho desde el día en que te sentiste segura en ellos por primera vez y me confiaste tu vida de mujer.
Así mismo como debes estar sintiéndote ahora bajo el frio de la noche, el día de nuestro aniversario, esperando la carta amada impregnada del perfume que por fetichismo hace un siglo me regalaste.
En lágrimas y sentada en el sillón donde algún día ganó la pasión a la incomodidad, sé qué  esperas inquieta y desconcertada aquella carta que solía  llegar los días 14 después de las 4 de la tarde, contando cursilerías de novios que se habían vuelto importantes nuevamente.
Me encantaba engañarte y hacerte creer que  era el cartero una vez más llegando con la esperada y triste carta con posdatas de amores y esperanzas.
Cierro los ojos y te imagino una vez más sentada, deseando escuchar el timbre  y ver al cartero llegar; pienso que me extrañas, y que te disgusta mi ausencia.
Ahora creo en tus temores y en tu desconfianza, siento tus golpes en mi pecho antes de partir, casi palpo tus lágrimas en mis mejillas. Tu paranoia hoy me reprocha. Aunque tal vez nunca hubieras siquiera imaginado que tu héroe, tu amado, tu soldado nunca pudo terminar de escribir una nueva carta y que al contrario recibirías la carta negra que reciben las familias cuando una baja es dada en combate.
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Robin Nelson Muñoz